P. Jesús Díaz, S.F.
Superior General
P. Hernando Cortés, S.F.
Subdirector General Consultor I
P. Josep Maria Taulats, S.F.
Consultor II
P. Julio González, S.F.
Secretario General Consultor III
P. Marcelino Muñoz, S.F.
Ecónomo General Consultor IV
Gobiernos anteriores
En 1896, con la celebración del primer Capítulo General, se inició el procedimiento canónico que había de asegurar la supervivencia de la Congregación en el tiempo. El Padre Manyanet, al título de Fundador, añadió en aquella ocasión, contra su voluntad, el de primer Superior General. Hoy suman ya 23 los encuentros fraternos de todos los religiosos en Capítulo General.
El Superior General de cada época es el sucesor del Fundador del Instituto y el centro de unidad de toda la Congregación. Su principal preocupación es, en comunión con el Consejo General, promover una constante y renovada fidelidad de todos los religiosos a la vocación y animar para que se realice la misión confiada al Instituto por la Iglesia.
Han desempeñado este servicio los religiosos siguientes:
Declaró en el proceso de canonización de San José Manyanet: «Siempre he tenido afecto al Siervo de Dios y jamás he tenido diferencia alguna con él durante los sesenta años que le traté; le tengo devoción y me encomiendo a su intercesión; deseo su beatificación y hago cuánto puedo para extender la fama de su virtud, y además pido al Señor la beatificación del Siervo de Dios, si es su voluntad».
Declaró también en el proceso de canonización de San José Manyanet: «Conocí al Siervo de Dios desde fines del año 1883, y desde esta fecha residí en su compañía la mayor parte de los años de mi vida de religioso hasta su muerte... Profeso al Siervo de Dios todo el afecto que cabe en un hijo para con su Padre Fundador. Me encomiendo todos los días a su intercesión; deseo con toda el alma su beatificación y trabajo para conseguirla, dando a conocer sus virtudes a otras personas».
Él mismo declaró en este proceso lo siguiente: «Tuve ocasión de ver al Siervo de Dios en dos o tres ocasiones cuando yo tenía de trece a quince años, y él me recibió en la Congregación. Tengo para él el afecto de un hijo que siente un verdadero cariño para con un padre. Me encomiendo a su intercesión. Deseo vehementemente su canonización y trabajo lo que puedo para conseguirla».
Él empezó a llamar mártires a los religiosos que habían sucumbido víctimas de la persecución: «En España hoy por hoy no hay nada que hacer: todo es ruina; ruina de casas y de personas: los aspirantes, los novicios, los profesos han desaparecido; los veteranos inutilizados por los años y por los achaques y por esta catástrofe y los de media edad dispersos o diezmados. ¿Qué hacer? Tenemos quien ruegue por nosotros en el cielo... Todo un coro de mártires. ¡Benditos sean! No puedo continuar porque las lágrimas me entorpecen la pluma y la emoción me cohíbe».
Fue un verdadero maestro de vida espiritual. Promovió la construcción del templo en honor de la Sagrada Familia en Roma y trabajó incansablemente en favor de las familias y de la juventud. Como postulador de la Causa de canonización de San José Manyanet completó todas las etapas hasta la beatificación, que vio ya desde el cielo. Lleno también él de virtudes y buenas obras, tiene en estudio el proceso de su canonización en Roma.
El P. Massip impulsó la renovación conciliar en el ámbito de la vida religiosa y de la organización interna del Instituto aprobada por el Capítulo General, pero tuvo que lamentar defecciones muy sentidas, especialmente de responsables de algunas instituciones y comunidades. Los últimos años de su vida los vivió como hermano mayor en varias comunidades.