A partir de 1887, la preocupación más urgente del Padre Manyanet se refería a la nueva redacción de las constituciones en conformidad a las enmiendas y sugerencias de la sagrada Congregación y a la urgencia de obtener nuevos indultos en favor de los religiosos jóvenes ya a punto de ordenar. Por ello, en abril de 1888 tomó parte en la peregrinación diocesana de Barcelona a Roma. El día 2 de mayo todos los sacerdotes de la peregrinación, en compañía del obispo Català, fueron recibidos por León XIII, quien se entretuvo con cada uno de ellos. Al día siguiente volvieron con toda la peregrinación y fueron recibidos en la Sala Ducal. Durante su estancia en Roma pudo cambiar impresiones con el P. Pablo Carbó, su agente, y visitar luego la santa Casa de Loreto. En esta ocasión fue acompañado por el P. B. Mullol, la M. Encarnación Colomina y María Arbós.